Detrás de las cotidianas “pastillitas” se asoma la fármaco-dependencia, que en Alemania le lleva la delantera al cannabis, la heroína y otras drogas ilegales, despuntando tercera después del alcoholismo y el tabaquismo. Según datos de la Oficina Central Alemana de Prevención de Adicciones (DHS), cerca de 1,5 millones de personas son dependientes de algún medicamento, de las cuales más de un millón son mujeres. Se trata de un riesgo encubierto, y es tal vez uno de los síntomas característicos de una sociedad en la que los males del cuerpo y del alma no son bien vistos. DW-WORLD habló con el Dr. Gerd Gläske, investigador del Centro de Política Social de la Universidad de Bremen.
La adicción comienza donde termina la terapia
Muchos ven a los medicamentos como “píldoras para la salud”. Un remedio recetado por el médico debería ser consumido por el paciente en su correcta dosis y en el plazo prescrito. En lugar de eso, mucha gente se automedica y los toma durante lapsos demasiado prolongados.
El consumo de remedios conlleva un riesgo potencial de dependencia de cerca del 8%, informa la DHS, refiriendo que aproximadamente un millón de personas toman demasiados remedios, de manera demasiado frecuente, y que estos medicamentos a veces no son los indicados para su enfermedad. Estas cifras hablan a las claras de una tendencia a la automedicación, que abre las puertas a la adicción, y es característica de un consumo poco crítico, que no cuestiona su peligrosidad.
“El hecho de que un medicamento sea recetado por un médico y vendido por un farmacéutico", dice Gläske, "dos profesionales que representan la autoridad y, se supone, saben lo que hacen, hace pensar a muchos que aquel no puede ser perjudicial. Para muchos enfermos, su remedio es como un talismán que siempre llevan consigo y que los va a ayudar en caso de sentirse mal, entrando así en un círculo vicioso”.
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